jueves, 12 de febrero de 2009

MURCIÉLAGOS

Los murciélagos (Chiroptera) son los únicos mamíferos voladores. Sus alas son amplias expansiones de piel (patagio), sustentada por sus patas anteriores, alargadas como varillas de paraguas, y unida al cuerpo a lo largo de los costados y la superficie externa de las patas posteriores. Las alas facilitan la pérdida de calor y humedad por parte del animal, lo que tiene importantes implicaciones en su biología.

Para evitar la desecación, los predadores y la competencia de las aves, pasan el día en cuevas y minas (especies troglófilas), en grietas de edificios y paredes rocosas (fisurícolas) o en huecos de árboles (arborícolas), que abandonan para cazar al anochecer. La oscuridad les obliga a usar un método de orientación similar al radar, la ecolocalización. El animal emite ultrasonidos por la boca o, como en los murciélagos de herradura, por la nariz. Estos rebotan en los objetos y, gracias a los cambios que el animal detecta entre sus gritos y lo que oye, obtiene una “imagen” de su entorno.

Por otra parte, la pérdida de calor a través del patagio hace que gasten más energía que otros mamíferos para mantener su temperatura. Si a esto unimos que todos los murciélagos europeos son básicamente insectívoros y sus presas desaparecen en invierno, no extraña que hayan tenido que adaptarse para, comiendo lo más posible entre marzo y octubre (periodo de actividad), gastar el mínimo de nutrientes en ese periodo y acumularlos para usarlos durante el invierno. Esto lo hacen gracias al torpor.

El torpor consiste en que el murciélago deja de intentar mantener su temperatura igualándola con la del ambiente, y transforma la energía ahorrada en grasa. Los machos lo usan durante todo el periodo de actividad, pasando el día “atontados” y despertando cada tarde, y cuanto más fresco sea el refugio que usan, más ahorrarán. Las hembras deben permanecer despiertas para gestar y cuidar a las crías, por lo que buscan refugios cálidos en los que no gasten tanto en mantener el calor corporal, y situados cerca de los mejores cazaderos. El resultado es que los sexos viven separados durante el periodo de cría y sólo se reúnen en otoño para el celo. Y continúan juntos en invierno, momento en el que buscan lugares en los que entran en torpor durante meses, con temperaturas muy frías que permiten que la grasa acumulada les dure hasta primavera. Es la hibernación. Algunas especies hacen largos viajes entre las colonias de cría e invernada, (hasta 1000 km en el género Nyctalus), aunque no es igual que las migraciones de las aves. El refugio invernal no tiene por qué estar más al sur, a veces todo lo contrario.

Existen más de 1000 especies y sólo faltan en los casquetes polares y en las islas oceánicas más apartadas. En la península Ibérica, a las 25 especies conocidas hasta hace pocos años se han unido otra 3 descubiertas recientemente (Myotis alcathoe, Plecotus macrobullaris, Pipistrellus pygmaeus), y es muy posible que el número crezca gracias a los estudios genéticos en curso. Se reparten en 4 familias: Vespertilionidae (22 especies), Rhinolophidae (4 especies), Miniopteridae (1 especie) y Molossidae (1 especie). En la Sª de Baza está presentes todas las familias, con 11 especies catalogadas hasta ahora, en una lista que no está cerrada:

La identificación de las distintas especies es compleja, y en casi todos los casos es necesario capturar al animal y estudiar pequeños detalles anatómicos de la dentición, orejas, nariz y órganos sexuales. Las denominaciones que reciben las distintas partes de la anatomía del murciélago se reproducen a continuación, lo que va a ser de gran ayuda para el mejor tratamiento y conocimiento de las distintas especies que estudiaremos.

En cualquier caso, se ha de tener en cuenta que casi todas las especies están amenazadas y protegidas por la ley, y es ilegal capturarlos sin permiso expreso de la Consejería de Medio Ambiente. También esta prohibido molestarlos en sus refugios, por lo que si encontramos casualmente alguna colonia, hemos de abandonar el lugar inmediatamente. Se trata de animales muy delicados y una de las principales amenazas que padecen son, precisamente, las molestias en sus refugios.

En cuanto a los indicios que dejan, hemos de olvidar las huellas, ya que no andan, y centrarnos en los excrementos y manchas de posadero. Los primeros se parecen, de entrada, a los de ratón. Sin embargo, si los cogemos, se deshacen fácilmente con los dedos y aparecen formados por fragmentos de insectos. Suelen ser negros o pardo oscuro rojizo y brillantes, aunque con el paso del tiempo se vuelven pardo-claros o grisáceos y, si el suelo es húmedo, se cubren de hongos blancos. Los encontraremos dentro de cuevas y minas o, caso de las especies fisurícolas, bajo las grietas en las que se refugian. Su número va a ser variable, según el número de animales que lo produzcan, y en las grandes colonias se pueden acumular por toneladas.

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